En estos días se va cumplir un mes desde la muerte del incansable director aragonés, Carlos Saura. Desde bien joven, al finalizar sus estudios de bachillerato, una de sus compañeras hasta sus últimos días sería, una cámara de fotos. Siempre persiguió la búsqueda de una instantánea de momentos cotidianos, de hecho, sus fotos sirvieron de portada para Paris-Match o ABC. Como él contó en vida, uno de sus sueños incumplidos hubieses sido “trabajar para National Geographic y poder retratar una isla desierta”.
Saura como muchos de sus compañeros coetáneos, tuvo que lidiar con la censura franquista. No quiso ser un director condescendiente con el régimen militar, y mientras su cine en nuestro país no contaba con muchos devotos, fuera de nuestras fronteras, crítica y público mostraba la admiración con la que consiguió números premios.
No vamos a hacer mención a sus grandes filmes como La caza, Cría cuervos, Peppermint Frappé, Ana y los lobos, La prima Angélica, Ay Carmela o El séptimo día. Ni de su estrecha relación laboral con el productor Elías Querejeta, o su vida personal con las actrices Geraldine Chaplin o Eulalia Ramón, su última esposa.
Siempre quiso estar en contacto con los ambientes reales, en el año 1981 se acerca al extrarradio de lo que iba a ser un Madrid salido de una dictadura unido al crecimiento poblacional provocado por el éxodo rural. Contando con gente de la calle, sin apenas formación actoral, dirige Deprisa, deprisa. Unos jóvenes que aspiraban conseguir dinero tan rápido y que su válvula de escape eran las drogas. Icónico es el cierre de esta película ‘quinqui’ con la canción de Los Chunguitos, Me quedo contigo.
A su pasión por la fotografía se le une la admiración al flamenco. Antes que llegaran los socialistas al Gobierno, se queda fascinado por la obra de teatro “Bodas de sangre” interpretada por Antonio Gades. Tiempo después, adaptaría al cine la obra de García Lorca. Gades colaboraría con el director aragonés en “Carmen” de Bizet y en “El amor brujo” de Falla. Saura quiso anular los prejuicios que se tenía del flamenco como arte folklórico.
En las vísperas del estreno mundial de la Expo’92, y cuando más discos de sevillanas se vendían, Saura quiso rodearse de un plantel técnico sin precedentes, Caballero Bonald como asesor artístico, Matilde Coral como coreógrafa, Manolo Sanlúcar como director musical y Juan Lebrón como productor, para llevar a cabo «Sevillanas», un documental sobre baile folklórico. Este último volvería a colaborar con Saura en «Flamenco».
En lo relativo a las figuras artísticas, cabe destacar los bailes de Lola Flores y Matilde Coral, la sevillana a Sevilla de Arturo Pareja-Obregón, una de las últimas actuaciones de Camarón de la Isla con la guitarra de Tomatito, el mano a mano de Manolo Sanlúcar con Paco de Lucía, dicen que era la primera vez juntos; o las sevillanas de una espectacular Rocío Jurado, Los romeros de la Puebla o Sal Marina entre otros. Este documental consiguió la Rosa de Oro y Rosa de Plata del Festival de Montreux.
Carlos Saura siempre quiso aportar una versión muy personal a través del objetivo de la cámara. En su manera de centrar la atención del espectador y depurar el arte lo máximo posible aporta a la escena los cicloramas teatrales y los espejos creando además de la profundidad. Tuvo que jugar con la iluminación, los movimientos de cámara, y la propia escenografía del lugar del rodaje.
Años después, en 1995, Saura vuelve a hacer pedagogía musical a través del documental, lo hace con una obra magna como es ‘Flamenco’. El cante, el baile y la guitarra sirven como puntales para descubrir al espectador una amalgama de ‘palos’ como la bulería, guajiras, alegrías, fandangos, soleares, tangos o rumbas. Y artistas como Carmen Linares, Lole y Manuel, Manzanita y Ketama, La Paquera de Jerez, José Menese, Remedios Amaya, Enrique Morente entre otras grandes figuras del flamenco.
Siempre contaba en entrevistas que trató de ser bailaor, y como no fue capaz de lograrlo, se convirtió en director de cine. Nunca quiso con estos documentales robar protagonismo a los artistas.
La divulgación de sus documentales y filmes dedicados a la música como Tango (1998), Fados (2007), Flamenco, flamenco (2010), Zonda, folclore argentino (2015) o Jota de Saura (2016), demuestran que tuvo un idilio además de la fotografía o el cine con la música.